Lo primero, la realidad actual: “El alzhéimer es una enfermedad muy cruel, que va degradando a la persona en su progresión hacia la incapacidad. Y para la que no hay ningún tratamiento eficaz. Lo único que existe es que haya alguien dispuesto a cuidarte”. Ese es un posible resumen de la situación a día de hoy, formulado por alguien que lleva diez años tratando de cambiarla. Es Jordi Camí, director general de la Fundación Pasqual Maragall contra el alzhéimer.
Justo después, motivos para la esperanza: “Cuando diagnosticamos a una persona con alzhéimer, la enfermedad lleva ya años desarrollándose”, comenta. “El cerebro se busca la vida para aparentar que funciona, y lo hace muy bien, pero es como un edificio con aluminosis. Y la ciencia no es capaz de reparar un edificio cuando ya se cae. Ahora nos estamos centrando en un nuevo enfoque, estamos investigando en prevención, estamos en el momento de descubrir el proceso inicial de la enfermedad”. Es ahí donde sí podrían funcionar los fármacos que hasta ahora han fracasado, u otros nuevos que se están desarrollando. “Estoy seguro de que antes conseguiremos reducir el número de personas que llegan a estar enfermas que curar a los que ya tienen síntomas”, asegura Camí.
Nos recibe en su luminoso despacho, en el primer piso de la fundación, justo a un lado del parque de la Ciutadella. La conversación es un viaje por el drama del alzhéimer y el optimismo en que suelen basarse el conocimiento y la investigación. Es también un viaje por la historia de una fundación con miles de socios y voluntarios, que nació del drama pero también de la oportunidad, que se nutre de la colaboración.